"Decidí no fallar en mi resolución; e, invocando la ayuda de los cielos, continué con infatigable ahínco cruzando aquella desértica región hasta que, en la lejanía , apareció el océano, último límite en el horizonte."
Frankenstein, Mary Shelley
- Ya está. Ya hemos llegado. - Mirándose el vientre en el espejo del baño, abre la cajonera donde guarda las pastillas. Un torbellino de mujeres danza a sus espaldas, como las señoritas de la calle Avinyó. Suspira y mira bien la caja desgastada. Los anticonceptivos le han acompañado desde hace años. Estuvieron con Juan, con Mario e incluso con Mateo, siempre deseando el momento de desertar. Es con éste último con quien por fin desaparecen. Mateo le espera en el salón. Aún no lo sabe, pero será el padre de la criatura, "el milagro que salvará su mundo de la ruina".
Ella tiene todas las necesidades básicas cubiertas. La alimentación, el lugar donde vivir, las relaciones sociales y las sexuales. Va al gimnasio dos veces por semana. Tiene un círculo de amigos que se mantiene en los años y es capaz de hacer nuevas amistades. Así pues, la criatura que traerá no es una simple prolongación del yo. No necesita ser madre como menester. En su maternidad arraiga la esperanza de un comienzo radical, la posibilidad de una vida que renueve por completo los horizontes de la humanidad. Su madre, su abuela y todas sus predecesoras engendraron como un acto cotidiano, encerrando en esa navidad su pasado, su salvador. Construyeron una familia profundamente matriarcal Ella quiere ser madre para ser superada de veras. Sin deseo de dominio.
Se viste con la camisa de seda azul. Recoge su pelo y se repasa los labios de rojo. La criatura llegará como un don. Renunciará a ejercer con ella su deseo de dominio. La criatura llegará inscrita en una historia, representando una superación radical de la misma. Está preparada. Guarda el test de maternidad en el bolsillo y sale. Mateo le espera con serenidad. Conocerá la alegría de lo que van a construir pacientemente juntos.
Este texto participa en #relatosHorizonte convocado por @divagacionistas.
Ella tiene todas las necesidades básicas cubiertas. La alimentación, el lugar donde vivir, las relaciones sociales y las sexuales. Va al gimnasio dos veces por semana. Tiene un círculo de amigos que se mantiene en los años y es capaz de hacer nuevas amistades. Así pues, la criatura que traerá no es una simple prolongación del yo. No necesita ser madre como menester. En su maternidad arraiga la esperanza de un comienzo radical, la posibilidad de una vida que renueve por completo los horizontes de la humanidad. Su madre, su abuela y todas sus predecesoras engendraron como un acto cotidiano, encerrando en esa navidad su pasado, su salvador. Construyeron una familia profundamente matriarcal Ella quiere ser madre para ser superada de veras. Sin deseo de dominio.
Se viste con la camisa de seda azul. Recoge su pelo y se repasa los labios de rojo. La criatura llegará como un don. Renunciará a ejercer con ella su deseo de dominio. La criatura llegará inscrita en una historia, representando una superación radical de la misma. Está preparada. Guarda el test de maternidad en el bolsillo y sale. Mateo le espera con serenidad. Conocerá la alegría de lo que van a construir pacientemente juntos.
Detalle en el sarcófago de Prometeo del Museo Capitolino |
Este texto participa en #relatosHorizonte convocado por @divagacionistas.
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