Esta noche no hay sirenas cantando. He bajado a la playa tal y cómo hicimos hace un año, con una botella de cava en la mano y la toalla en la otra. He venido a refugiarme en el silencio de nuestra cala y en la fugaz lucidez de la luna. No me malinterpretes. La nostalgia se me pasará y me daré una nueva oportunidad. Necesitaba volver a nuestra última noche. Seguro que la recuerdas. Estuve toda la semana insistiéndote en tener una velada romántica en la playa. Tu y yo a solas. “Quiero bañarme con la luna.”. Intentaste posponerlo, pero al final cediste. Aquí me tienes hoy, en la misma roca, sentada y brindando a la vida. El mismo brindis de aquella noche: “Por Isis”.
Pensé varias veces en huir. Pero siempre te encargaste de hacerme ver lo débil que era. Aquella frase… ¿Cómo era?… Aquella en la que me decías que era una fracasada y que no tenía dónde ir… Simplemente me harté de padecer la torpeza de tus golpes, de vivir con un marido pésimo y colérico al que los amigos idolatraban. Los tenías bien engañados. Pensé en huir, pero no habría podido sobrevivir. Me lo dejaste bien claro con aquel puñetazo. Mi lugar estaba a tu lado. Hasta el final.
Pues así ha sido. Hasta el final. “Por Isis”. Bebiste sin notar nada. “Por Isis” y no me miraste a los ojos. Si me hubieras mirado lo habrías visto. Bebiste y saliste a nadar. Y yo me quedé respirando tranquila. “Por Isis” cantaron las sirenas. Y te fuiste con ellas. Con su letargo, bajo la vigilancia del ojo de la noche.
He bajado a la playa a celebrar el silencio. A celebrar que te llevaste mi tristeza donde el frío es de colores. A brindar de nuevo la diosa lunar.
Este relato participa en la convocatoria de @divagacionistas sobre #relatosLuna de octubre 2017.
Este relato participa en la convocatoria de @divagacionistas sobre #relatosLuna de octubre 2017.
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