La pequeña Clara juega con sus compañeras de clase. Entran y salen de la casa de madera, jugando a los tres cerditos. A sus cuatro años habla con mucha dificultad. Apenas emite algunos sonidos que mira de encadenar con cierta gravedad para imitar a los otros. Talvez por eso se ha ganado el papel de Lobo Sabe que el lenguaje tiene mecanismos esenciales que necesita desarrollar, pero no se siente de menos. Cuando alguna de sus amigas habla, las mira completamente atenta, con los ojos fijados en los labios del otro. Le da mucha rabia cuando alguien se tapa la boca o le habla dándole la espalda. Mientras lee los labios, frunce el ceño para demostrar la comprensión que le falta. También se advierte su preocupación, la preocupación de no entender nada, de no sentirse admitida en el círculo de los que pueden «decir», hablar.
A veces todo queda en silencio. Y la vida le pasa rápido. Demasiados estímulos, demasiadas acciones. Otras veces, se enfadan con ella y ella no entiende el porqué. No entiende que su maestra se ha enfadado porque lleva un rato llamándola y ella no le responde. Pero en realidad la que no entiende es su maestra. No entiende que las pilas de los audífonos son finitas.
Relato participante en el mes de Febrero de Divagacionistas. #relatosSilencio
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