Anoche me dio por pensar que a lo largo de mi vida he conocido a diez personas que se suicidaron. Si algo aprendí bien en el instituto fue la estadística. Desde entonces miro todo estadísticamente, aunque como seres humanos siempre podemos encontrar excepciones en estas reglas que desafían todas las predicciones. O usos que pervierten la naturaleza de las matemáticas, como el 0,7% o el 0'037%. Sé que con diez personas es un poco absurdo hacer porcentajes, pero me ayuda a sentir que sus vidas tienen más valor. Salgo en fotografías con el 90% de los suicidas y el 20% estuvo casado con la misma mujer. El 30% era rubio y el 70% restante era de piel morena. Me senté en la mesa al menos una vez con el 80% y me enamoré del 10%.
Mi hijo dice que desde la jubilación pienso en cosas deprimentes. Yo lo siento como una alegría. Estas diez personas compartieron en algún momento su vida conmigo. No puedo decir que me sienta herido, pero me encuentro rodeado por su soledad, por su sonrisa calmada que regresa una vez más. Anoche me di cuenta que me he pasado la vida despidiendo a amigos. Hay quien ve su marcha como algo indigno. Pero me niego a verlos desde ese episodio final.
Anoche me dio por pensar en la última conversación que tuve con cada uno de ellos. Algunas me son imposibles de recordar. Otras son un recuerdo muy vago y difuso. Sólo mantengo lo que me dijo ese 10% del que me enamoré: "Recuerda que te quiero".
Anoche me dio por pensar en la última conversación que tuve con cada uno de ellos. Algunas me son imposibles de recordar. Otras son un recuerdo muy vago y difuso. Sólo mantengo lo que me dijo ese 10% del que me enamoré: "Recuerda que te quiero".
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